27 septiembre 2007

14 Los que murieron en nuestro sueño

No creo en Dios, pero creo en el periodismo y creo en todos aquellos que murieron mientras cumplían nuestro sueňo: ponerle palabras al ser humano también cuando baja al lodo y se golpea y se dispara y se inmola y se saca las vísceras. Creo en los que murieron contando y escribiendo desde la guerra, en los que perdieron la vida antes de tiempo y en los que se dejaron la cordura en el camino. Creo en todos los que nos trajeron las palabras y las imágenes cuando fueron necesarias. Creo en los que pusieron su rostro en el fuego cruzado y en los que sacaron la cámara agazapados tras un contenedor que fue trinchera. Y, aunque no sepa creer en Dios, con creer en ellos me ha sido suficiente para llorar hoy en una iglesia.
Iglesia de St Bride, en Fleet Street, Londres. La llaman la iglesia de los periodistas. Ha sobrevivido, con remiendos y reconstrucciones, a incendios, plagas y bombardeos, y ha pasado los últimos siglos rodeada por periódicos, imprentas y escritores de noticias. En esta iglesia, a la derecha de Cristo y con cuatro velas encendidas, está el altar de los periodistas. Junto a él hay una inscripción que recuerda a todos los informadores muertos en Irak. Allí están Couso y Anguita Parrado poniéndome la camaradería a este lado de la piel y trayéndome unas lágrimas a los ojos que son de fe, fe en una iglesia, fe en el periodismo. A todos ellos, gracias por dignificar una profesión que a veces se va de putas y no sabe volver.

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