El mundo del pulgón para nosotros es diminuto, para la mayoría, insignificante. Pero para él el nuestro es aún más lejano; no tiene ni idea de lo que es un Ipod, ni de qué carajo es un ser humano, ni de quién es Quentin Tarantino, ni siquiera sabe qué es la nanotecnología, y eso que él tendría que hacer menos esfuerzos cognitivos que nosotros para figurársela. Todo el mundo del pulgón es una hoja de nabo (como en este caso) o una coliflor, pero ni siquiera la coliflor entera, le vale con un cacho, con un cacho diminuto. Y ahí está, en el mundo, como nosotros; con sus cuatro creencias de pulgón, su democracia de pulgón y sus ideales de pulgón. Quizá en el mundo de los pulgones éste sea un pulgón revolucionario, el Ché pulgón, y su foto, ésta foto, esté colgada en las habitaciones de los pulgones jóvenes cuando aún no han salido de la patata de sus padres. O quizá no, y sea un pulgón avaro, porque tiene pinta de banquero, pero de banquero del siglo XIX, de usurero o prestamista sifilítico con tos, con mucha tos y abrigo viejo. Con su abrigo viejo que huele a ratones y a humedad y a agujeros (pero a agujeros de baúl, no de donuts) se va deslizando por una hoja de nabo, y todo lo demás, no es que no le importe, es que no existe. Como si nosotros fuéramos del trabajo al metro y del metro a casa, con un abrigo con olor a Euribor y no nos preocupáramos más que de la hoja de nabo que nos toca pisar a cada uno; como si sólo nos importase coger sitio en el vagón, llevar un duro a casa, comer paella los domingos y salir pronto del semáforo; como si el resto del mundo no existiera. Afortunadamente, no somos pulgones, y sabemos que en el mundo no todo son metros y paella y langostinos. Sabemos que muchos no tienen ni idea de lo que es un Ipod, ni de quién carajo en Quentin Tarantino, ni de qué invento es ese del domingo. Lo sabemos, y por eso no somos capaces de mirar sólo nuestra hoja de nabo, ni de ignorar tantas cosas como para que el resto del mundo para nosotros no exista, ni de entrar a empujones en el metro, ni de estar sólo pendientes del propio ombligo. Porque no somos pulgones…
La foto es del CSIC, hoy publican un estudio
en la revista Proceedings sobre
los pulgones y la transmisión
de virus.
3 comentarios:
Una breve reflexión: los pulgones nos interesamos por otras cosas, además de nuestra hoja de nabo. Aunque el nabo es, junto a la almeja, nuestra forma de subistir. Sin ir más lejos, yo soy un incondicional de Tarantino. Es más, Pulp Fiction es una de mis pelis favoritas. Y para hacer más amena mi vida encaramada a un nabo, siempre llevo encima mi iPod de 40 Gb.
Esa es la lucha: esforzarse por no acabar siendo un pulgon. Ni siquiera el Che pulgon. Que de pulgones estan las coliflores llenas.
Imagino que hay demasiados pulgones a los que todo les importa un nab...
Ya me entiendes...
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