La frase más pavorosa del documental incómodo de Gore no es apocalíptica, sino vergonzante; ataca a la dignidad, no al caos. Con el dedo índice a lo presidente carismático (gesto que no llegó a pulir cuando era candidato y dijo aquello de voy a ser el próximo…) nos derrite los casquetes al decir que para detener el calentamiento global sólo falta voluntad política; una evidencia de doble filo, porque la voluntad política le pierde el pulso al esfínter cuando intuye por dónde va la voluntad ciudadana. Les falte a ellos o nos falte a nosotros, lo cierto es que de predisposición vamos escasos, y ahí es donde entra el pavor. Y el pavor no va por barrios, les entra a ellos, nos entra a nosotros y le entra también a Gore, que es un híbrido entre un mesías, un representante de seguros y un homeópata.
Como, sobre todo, ahora es mesías (y creo que un mesías necesario, porque esta lucha necesita un rostro) el rebufo del Nobel compartido le ha acercado hacia el campo magnético de las primarias demócratas, con los otros tres apóstoles del partido, Hillary, Obama y Edwards. Ninguno de los tres se termina de fiar; prefieren no mojarse respecto a la candidatura de Gore, aunque intentan que su imagen ecologista también los salpique a ellos ahora que puede ser un rédito. Mientras tanto, el mesías se mesa el premio y no dice ni palabra, porque a las palabras no se las lleva el viento cuando uno se llama Al Gore.
Las palabras permanecen, más aún cuando uno se ha envuelto en ellas y ha luchado de cara al mundo que enciende y apaga luces. Porque Gore ha ondeado la bandera de las carencias contra el cambio climático y se ha hartado de decirnos que los que fallan son los políticos. Ahora le ronda una candidatura que le viene en mucho mejor momento que el que tuvo hace siete años. Ahora le toca ratificar ese Nobel, intentar ser presidente de los EEUU y demostrarnos a todos que es posible tener voluntad política. Si no, habrá estado meando para arriba todos estos años.
Como, sobre todo, ahora es mesías (y creo que un mesías necesario, porque esta lucha necesita un rostro) el rebufo del Nobel compartido le ha acercado hacia el campo magnético de las primarias demócratas, con los otros tres apóstoles del partido, Hillary, Obama y Edwards. Ninguno de los tres se termina de fiar; prefieren no mojarse respecto a la candidatura de Gore, aunque intentan que su imagen ecologista también los salpique a ellos ahora que puede ser un rédito. Mientras tanto, el mesías se mesa el premio y no dice ni palabra, porque a las palabras no se las lleva el viento cuando uno se llama Al Gore.
Las palabras permanecen, más aún cuando uno se ha envuelto en ellas y ha luchado de cara al mundo que enciende y apaga luces. Porque Gore ha ondeado la bandera de las carencias contra el cambio climático y se ha hartado de decirnos que los que fallan son los políticos. Ahora le ronda una candidatura que le viene en mucho mejor momento que el que tuvo hace siete años. Ahora le toca ratificar ese Nobel, intentar ser presidente de los EEUU y demostrarnos a todos que es posible tener voluntad política. Si no, habrá estado meando para arriba todos estos años.
2 comentarios:
Me alegro de saber que no soy el unico que ve en Al Gore a un senor con cara de homeopata. El proximo Nobel que te lo den a ti, basta ya de tipos blandos...
Javier Gomez, el tipo que se enfrento y mato a un Renault con sus propias manos.
"El hombre", a secas, un sucedáneo bien entendido de "el hombre del tiempo" parece ser capaz de dilapidar o ensalzar a quien se le ponga por delante con esa fina hechura de ironía que le caracteriza.
Ahora le ha tocado a Al Gore, político con altas miras ecológicas. Su recorrido internacional dando caña a las petroleras, al personal en general y a los políticos en particular es una loable labor; esperemos que siga con ella si algún día termina al fin por pisar la Casablanca. Y esperemos que para entonces no le tengan que retocar sus verdades incómodas... y eso que por una vez no ha estado de más que nos hayan mentido si así se logra causar alerta sobre el futuro que nos espera.
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