01 septiembre 2007

02 Marble Arch


“I’ve forgotten my jacket”, le he dicho al conductor del autobús nada más poner un pie en Londres. He subido al autobús a por una chaqueta de gran valor sentimental dejando en la calle un equipaje de gran valor económico (traía la Biodramina). Cuando he bajado del autobús, había una mujer junto a mi equipaje. Nos hemos mirado a los ojos y ella ha cogido la maleta diciendo que era suya. “It’s mine”, he contestado yo mientras forcejeaba para recuperar mi equipaje. Entonces, el conductor del autobús, con la autoridad que dan los uniformes, ha salido en mi defensa y el problema se ha terminado. “Es una loca”, ha dicho alguien.
He cruzado Marble Arch (una zona muy concurrida en Londres un sábado por la noche) por un pasadizo subterráneo. Olía a orines y sonaba a ingleses borrachos. A mitad del túnel he notado algo en el cuello: un cosquilleo, una corriente de aire, una mano invisible… He vuelto la vista y he comprobado que el único cuerpo detenido del túnel me estaba mirando fijamente: un hombre de pelo grasiento y enredado, abrigo roído y boca podrida. Sin dejar de mirarme se ha pasado el índice por el cuello y ha gritado “Tyburn”, como una bestia, mirando al cielo, como si les pudiera ver las entretelas a los coches que circulaban a dos metros sobre su cabeza.
Cuando he llegado a la habitación he buscado Tyburn en Internet. Es el nombre que tenía Marble Arch en el siglo XV, cuando se ahorcaba ahí a los criminales comunes. Lo hacían delante de una multitud que olía a orines y sonaba a ingleses borrachos. He leído que, cuando el cuello no se les partía al caer del caballo, los familiares podían tirar del cuerpo para acelerar el trabajo de la soga. También he leído que un tipo fue ejecutado al instante acusado de robarle el equipaje a una seňora. Poco después se comprobó que el tipo era inocente y que la mujer era una loca. Todavía me duele el cuello.

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